Varios son los mitos que circulan en distintas ciudades del país en torno a los medios de transporte, los que por su naturaleza móvil y por la extensión de sus recorridos, constituyen escenarios propicios para la construcción y circulación de relatos.
La que se Murió de Amor...
Este mito tiene raíces en la historia del país. Cuenta la tradición que cuando la joven Felicitas Guerrero se casó en 1862 con Martín de Álzaga, un hombre mayor y acaudalado, era una de las mujeres más bellas de la sociedad porteña. Al año siguiente de la boda y tras perder a su único hijo, Felicitas quedó viuda con apenas 26 años. A su hermosura sumaba el hecho de ser una de las fortunas más grandes de la Ciudad de Buenos Aires, lo que la convirtió en objeto de admiración y requerimiento de muchos pretendientes. Entre ellos estaba el celoso Enrique Ocampo, a quien la viuda rechazó sin miramientos. Quiso el destino que el enamorado descubriera que la causa de tal rechazo era la preferencia de Felicitas por el estanciero Samuel Sáenz Valiente. Enfermo de rabia, Ocampo mató a la muchacha con un disparo en la espalda y al instante se suicidó. Los Guerrero mandaron construir, en homenaje a su hija, una capilla ubicada en la calle Isabel La Católica, entre Brandsen y Pinzón. Los vecinos del lugar sostienen que cada 30 de enero, fecha de la muerte de Felicitas, aparece su fantasma con el torso ensangrentado, vagando errante durante toda la noche hasta el amanecer. Es frecuente –agregan– que muchas mujeres se encomienden a ella para encontrar un gran amor o para conservar el que ya tienen.
La Criatura Acechante...
Cuentan los vecinos de Ciudadela, Provincia de Buenos Aires, que cierta noche un colectivo de la –por entonces– línea 237 pasaba en su habitual recorrido por la Avenida Alvear. Al llegar a la altura del Cementerio Israelita, uno de los pocos pasajeros que viajaban a esas horas, vio una nube blanca que provenía del camposanto y que se acercaba hacia el vehículo. Cuanto más se aproximaba, se definían y perfilaban nítidamente sus rasgos de mujer. Durante un breve lapso, la extraña criatura acompañó el paso del transporte, flotando a la par, hasta que finalmente se desvaneció ni bien el colectivo abandonó la zona del cementerio.
El Accidente del Chofer...
Cuenta el relato que una noche en Rosario, Provincia de Santa Fe, frente al cementerio "El Salvador", un chofer de colectivo de la línea 114 iba conduciendo el vehículo medio dormido, luego de una jornada de intensa labor. De pronto, una chica se le atravesó en la calle, cruzando de manera imprudente. El hombre intentó clavar los frenos, pero fue inútil: la muchacha fue arrollada. Asustado por lo sucedido y presa de la desesperación, el conductor decidió huir. Luego de varios minutos de escape a toda velocidad y sin detenerse en las paradas establecidas, vio por el gran espejo retrovisor que la víctima estaba sentada en el ultimo asiento del colectivo, mirándolo fijamente y llorando.
Los Fantasmas del Subte...
Varias historias circulan en torno a los subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, que tienen como escenario principal las estaciones de la línea A, la primera de la red inaugurada en 1913, que actualmente une Plaza de Mayo con Primera Junta.Una de ellas cuenta que un antiguo operario de la estación Sáenz Peña concurrió a los sanitarios en horas de servicio y encontró en ellos a un hombre degollado sobre un charco de sangre. De inmediato el atribulado empleado dio el alerta al personal de seguridad de la estación, quien acudió rápidamente a inspeccionar el lugar, encontrando el sitio en perfectas condiciones y sin ningún rastro de violencia. El veredicto fue unánime: se trataba de una alucinación.Al día siguiente, volvió a repetirse la situación, aunque el protagonista fue esta vez otro empleado. Durante largo tiempo, muchos fueron los trabajadores que afirmaban haber visto al degollado en el baño de esa estación.Otra historia de aparecidos tiene como escenario el tramo comprendido entre las estaciones Alberti y Pasco, aunque su figura central esta vez es una extraña mujer en traje de novia. Cuentan los dichos que se trata del fantasma de una joven a la que su prometido abandonó ante el altar, circunstancia por la cual la muchacha habría salido intempestivamente de la iglesia y se habría arrojado a las vías del tren. Otra versión, más romántica aún, señala que la ceremonia del casamiento se realizó pero al tratarse de una unión concertada por los padres de los novios, la muchacha prefirió suicidarse al salir de la iglesia antes de contrariar su propia voluntad.
El Hombre sin Ojos...
Relatan algunos habitantes que hace tiempo solía verse a un hombre sin párpados deambular por los vagones de la línea de ferrocarril Mitre. Numerosos testimonios daban cuenta de que siempre subía o bajaba del tren en la Estación Coghlan. Sobre su aspecto circulaban distintas explicaciones. Según algunos, se trataba del alma de un muerto que se había suicidado arrojándose a las vías. Según otros, era un hombre de la zona que al momento de morir padecía una terrible infección ocular. Más allá de estas discrepancias, todavía muchos vecinos del lugar buscan en el andén los ojos del hombre sin párpados, a los que se le atribuyen poderes mágicos. Romper un espejo da mala suerte. Esta creencia es común en todo Occidente cristiano, se sitúa entre las supersticiones más citadas y proviene para algunos del uso adivinatorio del espejo. En las sesiones de craptomancia de los antiguos griegos, la rotura del espejo anunciaba la muerte. Es probable, sin embargo que esta superstición obedezca a la idea de que la imagen reflejada en el espejo es el doble o el alma de quien los utiliza y que, en consecuencia, romperlo equivale a poner su vida en peligro. Los factores económicos son también para algunos, el objeto de esta superstición. Los primeros espejos se fabrican en Venecia durante el siglo XV y estaban recubiertos por una lámina de plata. Eran muy caros, y las señoras para evitar que se rompieran, advertían a los criados que un espejo roto equivalía a siete años de mala suerte. Sin embargo, el sentido común popular aconseja en el refranero: Un espejo roto no admite más remedio que comprar otro. El mal agüero del espejo roto es que hay que comprar otro. Tampoco desaprovecha la ocasión el refranero para criticar a las mujeres que pierden el tiempo ante el espejo: Si mejorada tu casa quieres ver, rómpele el espejo a tu mujer. El arte de la adivinación por medio del espejo se llama catoptromancia y se realiza mediante una persona que se mira fijamente hasta quedar hipnotizada, momento en el cual se le hacen todo tipo de preguntas. Originario de Persia es uno de los sistemas de adivinación más antiguos.En Grecia, durante el siglo VI antes de Cristo, se llevaba a cabo con espejos de metal brillante, como el cobre, bronce, plata y oro. En la Edad Media y en la época moderna, se recurría a la ayuda de un niño o de una muchacha virgen, a quienes se le vendaban los ojos y se le colocaba delante o detrás, un espejo. Pese a que estas prácticas adivinatorias fueron perseguidas por la Iglesia, las crónicas nos hablan de muchos reyes o príncipes que siguieron recurriendo a este método. Entre otros se cita al rey Enrique VII de Inglaterra o a Catalina de Médicis. En 1326, el papa Juan XXII amenazó con la excomunión a los que practicaban la catoptromancia, pues era una creencia muy extendida que los demonios encontraban a veces refugio en los espejos. Durante el siglo pasado, en muchos pueblos se recurría a este método para desenmascarar al culpable de un robo, encontrar objetos perdidos y otros asuntos semejantes. El espejo corriente se sustituyó por el espejo consagrado, que se entronizaba en una altar y recibía bendiciones y oraciones y también por la bola de cristal, que en muchos casos se impuso sobre aquél.
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